El
monte de parque
Se trata de una
formación típica de la cuenca del río Uruguay, presente desde Artigas hasta
Colonia, que se caracteriza por la presencia de especies arbóreas y arbustivas
que se desarrollan dispersas en un tapiz vegetal de pradera. En este caso es de
señalar que el hecho de ser un monte abierto es una característica natural del
mismo y no el resultado de modificaciones introducidas al mismo.
En términos generales se lo encuentra ubicado entre el monte
ribereño y la pradera típica desprovista de árboles. Si bien está compuesto por
numerosas especies, las más comunes son el algarrobo, el ñandubay y el
espinillo y según cual predomine se lo denomina algarrobal, ñandubaysal o
espinillar. Hacia el sur del país también se distinguen los talares, en los que
predomina el tala. Dentro de las especies leñosas, son comunes también el
chañar, cina cina, molle, tala, coronilla, etc. y en determinados tipos de
suelos alcalinos (blanqueales), se desarrollan el quebracho blanco, la palma
caranday y algunas otras especies.
Es uno de los tipos de monte más degradados y en mayor peligro de
desaparición debido a varias razones, entre las que las principales son la tala
y la sustitución por cultivos agrícolas. La gran presión de tala que han
sufrido y sufren se debe a que la madera de algunas de sus especies (en
particular algarrobo y ñandubay) es de excelente calidad para la fabricación de
postes de alambrado y construcciones rurales, así como para la fabricación de
parquet. A su vez, esas y otras de las especies que lo componen resultan
excelentes como combustible, tanto en forma de leña o de carbón. En cuanto a su
sustitución por cultivos agrícolas, ello se debe a que en general se encuentran
instalados sobre suelos de elevado potencial agrícola, por lo que numerosos de
estos montes han sido totalmente eliminados para ser destinados a ese objetivo.
Es interesante señalar lo que ha ocurrido en muchos de estos
montes. Una vez cortados y destoconados los árboles, el suelo fue destinado a
cultivos agrícolas. Cuando por distintos motivos se dejó de hacer agricultura
en los mismos, se comenzaron a poblar de espinillos que invadieron campos
enteros. Es así que hoy existen cientos de hectáreas de campos cubiertos por un
denso monte donde la especie casi única es el espinillo. Es decir, que el monte
de parque abierto ha sido sustituido por un espinillar cerrado. Si bien esto
podría ser percibido como algo positivo (una mayor superficie boscosa), en
realidad constituye una forma grave de degradación del monte de parque.
De la misma manera que ese espinillar es en realidad un falso
monte cerrado, también existen falsos montes de parque. En efecto, en numerosos
sitios del país existen montes ralos que se asemejan al monte de parque en el
sentido de que se trata de árboles dispersos en la pradera. Sin embargo, estos
montes no siempre fueron ralos, sino que han sido modificados de esa manera por
actividades humanas vinculadas a la tala, al incendio y a la ganadería
combinados. Un proceso común que lleva a esta situación comienza por la
apertura de “picadas” en el monte para facilitar el acceso al agua al ganado. A
partir de las picadas se comienza a extraer leña a ambos lados, cortando los
árboles más adecuados para ese fin (en particular de madera dura) y dejando así
claros en el monte. El ganado se va encargando luego de comer los brotes de los
árboles talados y el resultado final es una pradera arbolada con aspecto de
monte de parque. Otro proceso común de conversión a falso monte de parque es la
tala completa en áreas boscosas serranas que son luego sometidas a pastoreo.
Algunos pocos árboles del monte original logran sobrevivir, dando lugar al
“típico” paisaje serrano de muchas partes del país.
El
monte de mares de piedra
Otro tipo de monte ralo es el que se
desarrolla en los llamados “mares de piedra”, en el que los árboles y arbustos
alternan con bloques de granito y con áreas de tapiz herbáceo. Quizá el mar de
piedra más conocido sea el de Sierra Mahoma (San José), pero también está el de
Mal Abrigo y otros más pequeños en diversos puntos de los departamentos de
Colonia, San José, Florida, Durazno y Canelones. En algunos de ellos se
desarrollan montes ralos similares al de Sierra Mahoma, en tanto que otros
están cubiertos de matorrales o chircales.
Este tipo de monte, descrito en detalle
por Chebataroff (1944) contiene algunas agrupaciones de árboles que apenas
llegan a formar algunas espesuras, siendo mucho más generales las asociaciones
de tres o cuatro especies o aún la presencia de árboles aislados. Las especies
arbóreas y arbustivas son casi siempre muy espinosas o muy leñosas, alcanzando
alturas medias de 4 a 5 metros, llegando pocas veces a 10 o más metros. La
característica más notable de estos montes es la alternancia de los árboles y
arbustos con los bloques pétreos, e incluso el crecimiento de las especies
leñosas en las hendiduras de los mismos.
La especie arbórea que alcanza mayor
desarrollo en el mar de piedra es el canelón, por lo que, sin ser muy
abundante, es la más aparente. Junto al canelón, pero cubriendo áreas más
extensas y adoptando casi siempre la forma arbustiva, aparece el guayabo
colorado. Otras especies importantes son el blanquillo, palo de leche, molle, tala,
tembetarí, tarumán, sombra de toro, chal chal, espina amarilla y congorosa.
Es importante señalar que, pese a que en
el pasado el monte de Sierra Mahoma sufrió ciertos procesos de degradación
vinculados a la acción humana (en particular tala y explotación ganadera), en
la actualidad se encuentra parcialmente protegido por iniciativa de los
propietarios de un establecimiento que contiene parte de este ecosistema único.
Lamentablemente, no puede decirse lo mismo de otras áreas de éste y de los
demás montes de mar de piedras, cuyo futuro está ligado a decisiones privadas
que pueden ser tanto positivas como negativas para su conservación.
El
monte ralo de transición
En algunas zonas del país existen montes
ralos naturales, particularmente como transición entre un tipo de monte y otro.
Por ejemplo, entre monte ribereño y serrano o entre serrano y de quebrada. No
se diferencia mayormente de ninguno de ellos en cuanto a su composición en
especies arbóreas, pero su carácter de monte abierto implica cambios sustanciales
en cuanto a la presencia de especies de flora y fauna que se benefician de
estas características.
Los
Palmares
Si bien en el país hay varias especies de
palmas, sólo dos de ellas (butiá y yatay) forman palmares casi puros. Los
palmares más extensos son los de butiá en el este del país, vinculados a tipos
de suelos pesados y húmedos. En el noroeste (fundamentalmente en Paysandú) se
encuentran los palmares de yatay, que se desarrollan sobre suelos mejor
drenados y arenosos. La palma pindó (también llamada chirivá) está presente en
gran parte de los montes del país (a veces en gran abundancia), pero sólo
excepcionalmente como formación pura.
En el caso de los palmares de butiá y
yatay, resulta claro que las actividades humanas han modificado sustancialmente
al palmar original. En efecto, en casi todos los casos están constituidos
exclusivamente por ejemplares adultos, sin que exista regeneración. La
explicación es muy simple: el ganado (y los cerdos en Rocha) se come los brotes
de las semillas que germinan, impidiendo así la existencia de palmas jóvenes.
Tanto en Rocha como en Paysandú es posible ver numerosas palmas jóvenes fuera
de los predios ganaderos, como por ejemplo entre el alambrado y la carretera o
al lado de las líneas férreas, lo que prueba que las palmas se regeneran sin
problemas ante la ausencia del ganado.
Lo que aún no se ha podido determinar con
certeza es si los palmares originalmente constituían formaciones puras o si
estaban asociados a otras especies leñosas típicas de las zonas en que se
desarrollan. Si bien parece poco probable que siempre hayan sido palmares
puros, no parecen existir dudas en cuanto a que eran montes cerrados, ya que
esa es la situación que se da cuando la inexistencia de pastoreo permite su
regeneración. Es decir, que hoy se deben clasificar como montes abiertos aunque
en realidad pertenecen a la categoría de montes cerrados.
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